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  Estrategia, 18/06/2002

Abraham Senerman

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Mis Inicios Fueron en una Oficina de 30 Metros Cuadrados.

El arquitecto, socio de las empresas Sencorp, pasó 25 años trabajando para el Servicio Médico Nacional de Empleados. Pero durante gran parte del tiempo, conservó una discreta oficina de arquitectos. De construir una casita, pasó a una casa, luego a un edificio. Hoy no tiene muy claro cuántos metros cuadrados ha construido.
Sentado en su sillón de cuero negro, Abraham Senerman Lamas abre y cierra la robusta puerta de mármol sin chapas de su oficina del piso 32 del Edificio de la Industria, con un diminuto control remoto. No es ninguna pretensión, como reconoce. "Claro, la puerta es de mármol, pero al lado hay cristal, y no sería difícil pasar para el otro lado. Con esto, simplemente, quise hacer una puerta distinta". En todo caso, todas las puertas del edificio que el mismo construyó en 1991, tienen este sistema de seguridad magnética. "Uno en la vida no puede dejar de mirar y aprender. Estas cosas estaban desde antes, y la gracia estuvo en haberlas usado. Decidimos hacer un edificio de tecnología de punta. Y me atrevería a decir que fuimos precursores en el nicho de este tipo de construcciones de oficinas de plantas libres", comenta.
El arquitecto, socio de las empresas Sencorp, que reúne Sencorp Desarrollo Inmobiliario, a la constructora Senexo, a Senarq (arquitectura) y SX Maquinarias, dice que "los inmobiliarios, lo que debemos hacer, es encontrar el nicho que se requiere para satisfacer las necesidades. Antes trabajaba en el centro, y el smog y la lentitud del centro me obligó a emigrar. Uno se da cuenta que los desplazamientos son más rápidos, la llegada a la casa es más rápida. Y aquí, en Costanera, había un paño interesante para desarrollar ese proyecto".
El primer terreno, propiedad de CCU, fue vendido a Senerman en 43 UF el metro cuadrado, donde se erigió el Edificio de la Industria, el mismo donde hoy tiene oficinas la Sociedad de Fomento Fabril, Pizarreño y H. Briones. "El segundo terreno, donde construimos el edificio Del Pacífico, pagamos 62 UF/m2 de la época, y luego hicimos las torres Costanera y Vitacura, donde pagamos 92 UF/m2. Creo que hasta el día de hoy la CCU está agradecida de la plusvalía que le he dado a sus terrenos", ironiza.
LOS SENERMAN EN CHILE
"Mi padre fue un inmigrante ruso. Decidió salir de su país porque era judío -y como tal, perseguido-, y recorrió ocho países antes de llegar a Chile". Finalmente, llegó a este país, porque supo que había un tío -después encontró a un hermano- y aquí se quedaron. "Pero mi padre nunca conversó mucho con nosotros de su pasado. Esto ocurría hace 80 años...".
Confiesa que su padre comenzó sus días en el país repartiendo artículos casa por casa para poder formarse una situación menor, y después tuvo una pequeña fábrica de somieres y colchones, "para poder darnos una educación, que era su principal preocupación. Quería que fuéramos profesionales. Mi hermana, Clara, al terminar el colegio se casó, y mi hermano Isaac no se recibió. Yo, el del medio, fui el único que sacó una carrera".
Senerman comenzó sus estudios en el Valentín Letelier, y después terminó en el Instituto Nacional. "Era buen alumno en los ramos científicos. De los otros, como historia, castellano, prefiero no hablar, porque 'a penas pasaba'. Pero matemáticas y física nunca significaron un problema para mí".
De todas formas, dice que a él su colegio le dio una formación muy heterogénea. "Recuerdo que un tiempo estuvo un hijo de Laban, un empresario de muy buena situación, y también asistía el hijo del suplementero de la esquina. Era una cosa muy distinta a la que se ve ahora. Porque, entonces, todos éramos amigos de todos. No había relación de dinero. Tengo muy buenos recuerdos de esa época". Además, tenía espacio para el deporte, "y fui seleccionado en atletismo, donde corría los 80 metros planos. Luego corrí también en la universidad".
Senerman dice que su padre era un hombre muy inteligente. "Nos exigía más que el simple hecho de pasar de curso. Decía que 'el saber no ocupaba lugar'. Entonces, quería que nos preocupáramos de nuestra vidas, y que nos centráramos en estudiar. Parece que conmigo tuvo la satisfacción de que me haya recibido y haber tenido cierto éxito en la profesión. Porque partí de cero".
Así, satisfacción debe haber sentido su familia, cuando en el segundo año de arquitectura, con una enfermedad que lo obligó caer en cama un 17 de enero y levantarse sólo el 4 de septiembre, pasara todos los ramos de ese año. "Terminé la universidad con la máxima distinción el año 1958, con promedio 6,1".
En forma más seria, Senerman empezó a pololear en el último año de universidad, "y por puro cariño apuré mi tranco para recibirme y poder casarme. Fui arquitecto del Servicio Médico Nacional de Empleados, y luego de un tiempo pasé a ser el jefe. Pero era para la risa, porque ¿jefe de quién? Claro, era el único arquitecto. Estuve en esto 25 años".
Todos esos años en el servicio público "tuve una situación económica muy corriente. Yo partí como dibujante, en la oficina de Juan Martínez Gutiérrez, donde se trabajó en la ejecución de la Escuela Militar. Y de a poco fui subiendo, para estar en lo que estamos hoy día". Sin embargo, algo dentro de sí lo obligaba retribuir el hecho de haber estudiado en la universidad, y de alguna manera lo hizo haciendo clases en la universidad por muchos años.
LOS PISOS 30, 31 y 32
Sin embargo, durante gran parte de sus años en el servicio público, Senerman siempre mantuvo una oficina de arquitectos. "Comencé con una oficina de dimensiones bastante especiales. No creo que haya tenido más de 30 m2. Por eso, para mí esto es un sueño. Cuando se comienza, uno hace los mayores esfuerzos por subir. Pero por lo que me ha tocado, soy un agradecido de Dios. Porque realmente uno no espera esto". Y agrega, "a decir verdad, mis antepasados no tenían historial profesional como para haber partido".
Y así fue construyendo poco a poco, con una casita, con una casa, con un edificio, "y posteriormente me asocié con mis honorarios y los dejaba adentro, como socio. Busqué a otros socios -entre ellos mi padre y mi suegro- y fuimos creciendo".
Senerman calcula que el primer edificio lo hizo en 1962. "Sólo en Valparaíso he hecho 32 edificios. ¿En Santiago?... No he sacado la cuenta. El otro día me preguntaban cuántos metros cuadrados había construido, pero yo nunca lo había calculado. Entiendo que es bastante más de 1.000.000 de metros cuadrados".
Ello, en gran parte se ha dado a que Senerman se define como trabajólico. Si no juega tenis, llega cerca de las 8:00 a la oficina, y prácticamente no se despega hasta las 21:00 horas. "Siempre he dormido muy poco".
Con su mujer, Frida Volochinsky, lleva 42 años casado. "Me ha soportado y nos hemos soportado. Ella es una excelente abogada. Siempre hemos trabajado juntos y no ha habido ningún problema en el ámbito profesional".
Su hijo, Ricardo, en cambio, trabaja en el piso 30 y es ingeniero civil. "Y desde muy chico quiso estudiar ingeniería". Y medio en broma, explica por qué no quiso seguir los pasos del padre en arquitectura. "Yo creo que fue más habiloso. Como dicen por ahí, a uno le falta materia gris para ser ingeniero. Nunca se entusiasmó con la idea de ser arquitecto. Hoy tiene 41 años, es casado, y tiene tres hijos".
Hace un tiempo, Ricardo asumió como director ejecutivo de las empresas de la familia Senerman. "Entonces, ahora yo soy el director presidente de la empresa".
En su tiempo libre, Senerman disfruta de la nieve. De hecho, es uno de los dueños (con 50%) de Valle Nevado. "No soy gran esquiador... Sé esquiar y me atrevo a bajar las canchas lentamente, y me cuido mucho. Uno de mis nietos me dice que ya no quiere bajar más conmigo porque soy muy 'lenteja'. Pero disfruto de la nieve, porque me gustan los deportes al aire libre". De hecho, cuando no esquía, disfruta navegando en su velero.
EN SANTIAGO
"No Tengo Claridad de que Hoy se Requieran Más Oficinas"
-Usted dijo el año pasado que estamos ante un panorama económico de incertidumbre y que no hay claridad. ¿Sigue pensando así?
-Sigo pensando igual. De todas formas, vamos a mantener una posición sólida en Chile. Pero la situación económica en Chile -me refiero al ritmo de consumo de oficinas- es mucho más lenta que hace tres años. No tengo claridad de que hoy se requieran más oficinas.
-Pero llama la atención que la incorporación de metros cuadrados de oficinas este año lo constituyó nada más que el edificio El Bosque 500, que ustedes construyeron...
-Siempre hemos sido conservadores. Además, en todos los proyectos que iniciamos, prevendemos una buena parte antes de comenzar. En ese caso, empezamos con una promesa de preventa de 47,4%. Y hoy tenemos una opción con la que podríamos llegar a 53%. Si no hubiéramos tenido ese respaldo, no lo hubiéramos hecho.
-¿Algo similar a lo que ocurre en Valle Nevado?
-Ahí estamos esperanzados en realizar un muy buen proyecto. Tenemos un edificio, y de aquí a 5 o 6 años van a existir unos 6 u 8 edificios más.
-¿Cómo prevé la evolución de la economía local este año?
-No creo que la economía mejore este año. Fuera de Chile, la sensación de que este país está bien es muy clara y no ven temores. Pero los que estamos dentro del país, vemos que esto no parte. Y lo peor de todo es que los empresarios queremos trabajar. Pero no hay confianza. No veo las condiciones claras de inversión. Hay gente que se da vueltas y vueltas varios meses sólo para arrendar una oficina.
-¿Qué cree que ha frenado el despegue?
-No creo que haya sido bueno dar señales de cambios tributarios y cambios a la Ley Laboral. El Gobierno debe preguntarse "cómo hacemos" para atraer a la gente y la inversión, y no cómo crear mayor incertidumbre.

 
 
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